Diálogo entre el amor y un viejo: cuando se habla sin decir nada

Ciudad de México  

Autor:

Tony Ortiz

Examen del tercer año de la carrera de actuación de la ENAT

 

Fue el 9 de noviembre cuando se presentó la última función de la obra Diálogo entre el amor y un viejo de Rodrigo de Cota, escrito en el S.XV con una estructura en verso, bajo la dirección de Antonio Algarra. La historia nos cuenta sobre un viejo que se encuentra solo en su huerta seca hasta que el amor intenta convencerlo de volver a él, pero el viejo, advertido por su vejez, dudará sobre su decisión.

Esta temporada formó parte del examen intersemestral de tercer año, resultado del trabajo de quinto semestre de la licenciatura en Actuación de la Escuela Nacional de Arte Teatral. El elenco estaba conformado por Alex Lara, Fer Aguilar, Enrique Aguilar, María del Roble ,Rodrigo Suárez, Frida Ugalde, Alejandro León, Minah Cerviño, Diego Aviña y María Terán Tobar, quienes a manera de ente coral representaban el papel alegórico del amor. A mi parecer, el texto carece de acción dramática y progresión y ello limitaba poder apreciar las herramientas actorales de los estudiantes.

Si bien el montaje contaba con ciertos momentos coreográficos interesantes, no terminaban de afianzarse y a veces se sentían como ocurrencias. Aun así, la dinámica corporal apuntaba a un sitio que remitía a una lucha o deseo de mantener atado a algo o a alguien. Cuando los actores permanecían en una posición fija, creaban fotografías hermosas, reforzadas por la luz de las velas artificiales al fondo del escenario que fungían de igual manera como escenografía. El diseño de vestuario era perfecto y está acreditado a nombre de Shala.

Miguel Flores era sin duda el protagonista. Domina el escenario a su antojo; además su manejo del verso es perfecto. Sin embargo, la presencia del experimentado actor fue una apuesta arriesgada por parte del director porque contrastaba su nivel actoral con el de los noveles actores, quienes aun con un manejo aceptable del verso sus tropiezos eran evidenciados por Flores; quizás sólo el joven Alex Lara lograba mantenerse en el nivel del actor.

El nivel actoral del elenco es bastante irregular, hay buenos y malos intentos. Tal es el caso de Fer Aguiar, quien irradia potencial pero de alguna manera se queda estancada. También encontramos a Diego Aviña, a quien no se le percibe veracidad en sus acciones, la sensación recibida es la de alguien queriéndose ver bien sobre el escenario. Mención aparte, Rodrigo Suárez quien con sus rizos largos, aunado a su voz sumamente aguda mataba cualquier atmósfera, esto sin contar los piercings en los pezones que no iban con el estilo de la obra y, en realidad, parecía que al actor se le había olvidado quitarlos. Enrique Aguilar y Alex Lara salvaban al elenco masculino, porque sus mentes, cuerpos y habla se percibían en la misma sintonía.

La que tiene brillo propio es María del Roble, quien en sus pequeñas apariciones lograba levantar las escenas y nos recordaba que estábamos viendo teatro. La chica tiene porte, voz y una presencia escénica increíble; en un futuro cercano estaremos escuchando mucho de ella. El resto del reparto estaba simplemente ahí, haciendo su marcaje, sin aportar nada a la escena, ni para bien ni para mal.

Quisiera volver a ver a estos chicos en su montaje de graduación y darme cuenta que los tropiezos sucedidos en esta ocasión fueron sólo eso, quizás pudo ser una mala función o como dije antes, el texto no funcionaba. Lo bueno del teatro es volverlo a intentar, y esas fallas de las primeras veces nos llevarán a un mejor resultado.

 

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