Frecuencia de la ira podría afectar la salud física y mental, advierten especialistas

Ciudad de México  

Gustavo Torres (NotiPress)

La exposición prolongada a la ira se vincula con problemas cardíacos, insomnio y estrés crónico

 

Experimentar ira de forma ocasional es parte del comportamiento humano, sin embargo, su presencia frecuente puede representar un riesgo para la salud física y emocional. Según un informe reciente, los adultos manifiestan episodios de ira cerca de 14 veces por semana y un 30% reconoce tener problemas para controlarla.

La Dra. Xiaolei Chen, médica de atención primaria del hospital Houston Methodist, explicó que "la ira es una emoción humana normal y existe en un espectro". No obstante, cuando este estado interfiere en la vida cotidiana, se transforma en una condición que requiere atención profesional.

La especialista detalló que la ira opera en tres niveles: fisiológico, cognitivo y conductual. En el plano físico, "a corto plazo, libera catecolaminas... lo cual puede provocar taquicardia, respiración acelerada, sudoración, enrojecimiento de la piel, tensión muscular y puños apretados", señaló. En el aspecto cognitivo, las respuestas están condicionadas por factores sociales y culturales, mientras que en el conductual, "sentir ira no significa que debamos responder con un arrebato verbal o físico".

Cuando los episodios se repiten con frecuencia, el cuerpo libera cortisol, una hormona relacionada con el estrés. "El cortisol puede amplificar todos los efectos físicos que asociamos con la ira", afirmó Chen. Esta situación puede derivar en reacciones desproporcionadas, alteraciones del sueño, deterioro del sistema cardiovascular y afectaciones al bienestar general.

Para enfrentar estos riesgos, la experta recomendó aplicar estrategias de contención a corto plazo, como la respiración profunda, técnicas de conexión a tierra y pausas conscientes. Estas herramientas permiten mitigar la respuesta fisiológica y evitar conductas impulsivas.

Asimismo, destacó la utilidad de prácticas sostenidas como el descanso adecuado, la actividad física regular y una alimentación balanceada. En ese contexto, la terapia cognitivo-conductual y la meditación pueden mejorar el manejo emocional.

La atención médica es clave en casos donde la ira interfiere en la vida diaria o está relacionada con otros factores como depresión, trauma o adicciones. "Sentir ira no significa que algo ande mal contigo. Lo importante es cómo comprendes esa ira y qué haces con ella", puntualizó la doctora.

La literatura médica concluye que, aunque natural, la ira recurrente puede convertirse en un factor de riesgo si no se controla. Mediante hábitos saludables y técnicas específicas, es posible reducir su impacto y preservar la estabilidad emocional y física.

 

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