Día de Muertos en familia

Ciudad de México  

¡Coman bien para que vuelvan el año que viene!

 

Desde que era niño, me entusiasmaba la idea de los preparativos para la ofrenda de Día de Muertos, las compras anticipadas y el arreglo de la ofrenda en casa, además de las actividades escolares que fomentaban la festividad con concursos de disfraces y calaveras.

El mercado local es una locura desde antes del 30 de octubre; la abundancia fantástica de cosas, a mí siempre me ha gustado el papel picado de colores: rosa mexicano, naranja, azul, amarillo, rojo, blanco, negro y morado, por citar algunos, que me parecen tan bonitos y llamativos, y en cuyas figuras se vislumbran catrinas y calaveras que lucirán en las casas y los altares muy pronto.

Muchas frutas de temporada y delicioso pan de muerto, adornado con los huesos de los difuntos por fuera. Dulces típicos como el camote, el dulce de calabaza, la capirotada y las deliciosas calaveritas de azúcar, con los nombres de los integrantes de la familia, que me encantan.

Llevamos veladoras, alguno que otro cirio y buscamos ese olor como de iglesia que mi mamá dice que es copal, para aromatizar la casa; además de muchas flores de colores vibrantes, el cempasúchil naranja y la flor roja como de terciopelo, que son las preferidas en esta temporada.

Una mesa con mantel blanco será donde se prepare el altar para recibir a nuestros muertitos, mi papá dice que les dejan venir a las casas para estar con nosotros, así que arreglamos todo para que esté listo cuando lleguen. Primero el papel picado, luego la comida: tortas de camarón en mole con tortillas, tamales, arroz, frijoles con chorizo y el dulce de camote que le gustaba a mi abuelo; agua para beber en una jarra y acomodamos unos vasos, todo de barro porque la conservan muy fresca. Mi mamá siempre pone unas cervecitas y un jarro grande de café, hecho con té de canela y piloncillo.

Es difícil mantener a raya a nuestro gato "que como todo un gourmet" ama la comida típica, y dormir al calor de las veladoras que encendemos, para alumbrar el camino de nuestros difuntos a casa. La fruta se acomoda haciendo figuras con pétalos de las flores, una cruz por aquí, un corazón por allá y en floreros con agua, junto a las fotografías de nuestros seres queridos que se adelantaron.

Ponemos algunos juguetes y dulces para los niños difuntos, que son los que llegan el día primero de noviembre, me dan nervios las ánimas de los adultos que estarán en casa todo el día dos de noviembre, pero al mismo tiempo es mágico para mí. El día tres de noviembre al medio día, todos comeremos lo que nos dejen de la ofrenda.

Para nosotros es un tiempo de pasar en familia y de fiesta, mis papás nos cuentan anécdotas de nuestros muertos y nosotros recordamos otras. ¡Me emociona pensar lo que encontrarán mis abuelos y mi tío en casa, cuando lleguen, espero que les guste cómo adornamos y que coman bien, para que quieran volver el año que viene!

 

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